MONACO

El principado de Mónaco ubicado al sur de Francia y bañado por las aguas del mediterráneo posee nada más que 2 kms cuadrados de superficie y alberga a 32.409 habitantes, siendo así el segundo país más pequeño del planeta. Esto no es impedimento para que su capital Monte-Carlo albergue una fecha de fórmula uno, un equipo de fútbol, el Association Sportive de Mónaco Football Club ganador siete veces de “la ligue” francesa, cinco de la copa Francia, finalista de la champions y dos veces semifinalista. Y por último, las pistas de polvo de ladrillo del Monte-Carlo country club que reciben durante el mes de abril de cada año uno de los nueve torneos de la serie masters de la temporada tenística.
Claro que los exclusivos ciudadanos de este paradisíaco paraje de la costa azul no son gente a la cual les cueste ganarse el mango, más bien están entre los más ricos y poderosos del mundo. Los millonarios no eligen Mónaco por la belleza de sus playas o por amor al deporte, sino por su cualidad de paraíso fiscal donde se paga nada o casi nada de impuestos sobre sus abultadas ganancias. Entre los que sitúan su domicilio en alguna de las calles del pequeño país podemos encontrar al marplatense Guillermo Vilas del que sabemos que la generosidad no es su actividad favorita y hasta se insinúa que uno de los cocodrilos de la marca Lacoste que auspicia los grandes torneos de tenis se ubicó entre los saquillos donde el gran Willy guarda la billetera.
Yendo a lo que nos convoca en este blog, ya estamos en semifinales del tercer master series del año, con pocas sorpresas pero con algunas alegrías como es ver al gran gato de Temperley otra vez en los primeros puestos de un gran torneo ganando sus partidos con contundencia. Dos argentinos, tres españoles y un chileno en cuartos de final de un torneo en tierra no es ninguna novedad, como tampoco lo es Roger Federer entrometiéndose entre los cuatro mejores. Una de las pocas sorpresas fueron los partidos de Coria contra Mathieu y Kiefer, los que podríamos denominar de “poco usuales”, por decirlo de alguna manera. Como cualquiera que lea este humilde blog, sabrá que el mago de Venado Tuerto no es de mis preferidos. No me gustan sus excusas, ni su ego de argentino prepotente, que se haga el lesionado dentro de la cancha, ni que se las de de cocorito pero cuando se le plantan se vaya al mazo como un cuatro de copas. Dicho y archivado todo esto, tengo que decir que el señor Guillermo Coria me tapó la boca y demostró que tiene un poder para sobreponerse a la adversidad y una fuerza de voluntad enormes. Para decirlo con todas las letras: unos huevos gigantes. Dar vuelta un 1-6, 0-4 contra Paul Henri y el partido contra Nicolas perdiendo el primer set luego de ir 4-0 arriba y levantando un 0-3 en el segundo y un 0-2 en el tercero, no es cosa de todos los días, sobretodo promediando veinte doble faltas por partido. Me saco el sombrero y hago una reverencia. Lo de Nadal era algo predecible y esperable, más teniendo en cuenta que el momento tenístico del santafesino no es el mejor.
Semis: Federer – González, Nadal – Gaudio.
El compatriota de Wawrinka (?) no se enfrentó a casi nadie, excepto cuartos donde le puso las maletas en la calle a David Ferrer con un 6-1, 6-3. También es verdad que ganó como hay que ganar contra nadie, con contundencia y sin despeinarse. Ahora le toca una dura parada contra el trasandino que busca meterse entre los top ten, quizás lo despacha con facilidad en dos sets o quizás se le complica un poco más de lo esperado. Aunque sea Federer o justamente por esto, en polvo se puede esperar cualquier resultado.
El gato viene de una semana tremenda, goleando, ganando y gustando contra rivales no tan cómodos como el especialista en césped pero todo terreno Tim Henmann, el chucho Acasuso(con el que perdió el único set del campeonato) o Tomy Robredo que venia de eliminar a David. Enfrente tiene al vencedor de Coria, el imbatible número 2 del ranking Rafael Nadal. Pero como dijo Calderón “al fin y al cabo: los sueños, sueños son”. Esperemos mañana no despertar en pesadilla y que las playas de Monte-Carlo nos sigan pareciendo tan bellas como un revés paralelo de Gastón.

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