Extracto de el libro "El séptimo game" de Guillermo Salatino, editado por "del nuevo extremo".
EL DÍA QUE GAUDIO LE GANÓ A GAUDIOHice las valijas como siempre, la misma ilusión y un poquito más. El año anterior, en 2003, había dicho que a Coria le faltaba una horneada para ganar Roland-Garros y que en 2004 ya debería estar listo.
Fui a ver ganar a Guillermo Coria. Tenía mis reservas con un par de jugadores a los que, por antecedentes y por la últimas actuaciones, había que tenerles respeto: Roger Federer y Carlos Moya. El suizo era el número 1 del mundo y se había llevado el torneo de Hamburgo dejando una excelente impresión.
Carlos Moya, y no descubro nada, es uno de los mejores jugadores de tierra del mundo. Fue campeón de Roland-Garros y número 1 del mundo.
Había que ver en que estado se presentaría el campeón, Juan Carlos Ferrero, después de estar dos meses alejado de las canchas. Y también había que tener en cuenta a dos ex fenómenos que pasaban por etapas de intermitencias : Marat Safin y Guga Kuerten.
Este era el análisis previo de lo que iban a encontrar nuestros jugadores. Sabemos que es el torneo preferido de todos y que van a París a dejar la piel.
Coria fue cumpliendo todo tal cual lo planeado, era fundamental no tener desgaste en los partidos de la primera semana. No había ningún español a la vista, de esos plomos como David Sánchez o Beto Martín, de manera que Guillermo pasó la primera prueba sin sobresaltos. Aunque en su trayecto tenía al mismísimo Carlos Moya en los cuartos de final. Para toda la prensa aquella era la final anticipada. Había unanimidad en ese sentido.
Por otro lado Gastón Gaudio y Guillermo Cañas debían sacarse chispas en el primer match. Fue un partidazo y se necesitaron dos días para terminarlo. Lo gano el gato Gaudio, por 6-2 en el quinto set. Fue la primera prueba de fuego que tuvo como para comprobar que lo de la semana anterior en Düsseldorf había sido cierto.
En la copa del mundo, Gastón había tenido ventaja de 6-3, 5-2 contra Hewitt y perdió el set. Luego, ganó el partido. En otro momento, ese encuentro hubiera pasado a engrosar la larga lista de partidos dilapidados por el talentoso gato de Temperley.
Recuerdo haber pronosticado en la transmisión de fox sports aquella tarde, que ese sería el partido "clic" para Gaudio. Tuve esa sensación, la sentí.
La prueba siguiente era el durísimo checo Jiri Novak. Otra vez dos sets a uno y 3-1 en el cuarto; y al quinto. Nuevamente en el set decisivo sacó a relucir su mejor tenis. Gaudio le empezaba a ganar a Gaudio. Era su peor rival y lo estaba derrotando. Recuerdo mi latiguillo en la transmisión que hacíamos en vivo por América diariamente: "Si Gaudio le gana a Gaudio, le puede ganar a cualquiera".
Algunos, después, me dijeron que ganó por casualidad, que el partido lo perdió Coria, etc, etc. No me digan eso!. Dentro de unos años, en los libros, al lado del resultado, va a estar el comentario de los dos match point que tuvo Coria, de la paliza de los dos primeros sets. Van a decir que en el comienzo, Gaudio era una momia, etc. Por favor!... en el deporte lo que pudo haber sido no cuenta. Como digo siempre: si mi abuela tuviera pito se llamaría José, pero su nombre es María.
A todo esto, Guga terminaba con la ilusión del número uno del mundo y derrotaba a Roger Federer. Uno de los monstruos ya no estaba. El brasileño estaba en el camino de David Nalbandian que, en silencio, realizaba su trabajo con eficiencia.
Otro que avanzaba, como de costumbre, sin llamar la atención era Juan Ignacio Chela.
Por su lado se iban cayendo como moscas los cabezas de serie, incluido el número dos del mundo, Andy Roddick.
Gaudio seguía y jugaba contra el sueco Enqvist el mejor set de su vida, el primero un 6-0 para un cuadro.
La victoria fue en cuatro sets. El destino lo volvia a juntar en cuartos de final con el australiano Lleyton Hewitt, ante quién había perdido un partido ganado en Montecarlo, pero también ante quién había hecho el "clic" la semana anterior.
Ese día Gaudio jugó el mejor partido de su vida, lo sacó a palos al campeón de Wimbledon, del US Open y dos años número 1 del mundo. David Nalbandian se sacaba de encima a Guga Kuerten y la argentina tenía un finalista.
Aquel miercoles 4 de junio fue el día más emocionante de mis casi 30 años de cobertura internacional. Quedaban cuatro semifinalistas y tres eran argentinos. Además el rival de Coria era Tim Henman, un especialista en césped.
Todo hacía presagiar una final entre argentinos. Un sueño. Vale la pena contar que lo mismo sintió Juan José Moro de Radio Rivadavia y Guillermo Caporaletti, de Continental, con quienes me fui a festejar el acontecimiento a la Rue Mouftar donde comimos una deliciosa fondue con un exquisito vino blanco. Nos sacaron la cabeza, pero no nos importó nada.
Volviendo al tenis, con la colaboración de Chela se había hecho historia, por que de los ocho jugadores en cuartos de final, cuatro eran argentinos.
Sólo había que esperar la victoria de Coria sobre Henman para empezar a festejar. A todo esto en las canchas auxiliares y sin que nadie le prestara demasiada atención, Paola Suárez lograba por primera vez el pase a la semifinal con el ingreso a la elite del tenis, por que con su victoria en los cuartos de final lograría por primera vez estar entre las diez primeras del ranking mundial.
La programación de Roland-Garros puso en el primer turno a Gaudio con Nalbandian. En el segundo a Coria con Henman.
Gaudio repitió el nivel y ganó el primer set. En el segundo perdía 5-1 y lo levantó. Otro exámen aprobado por Gastón. Lo ganó en un polémico e insólito tie breack, para luego coronar con un extraordinario 6-0 el tercer set.
El polémico e insólito tie breack fue por una distracción del árbitro suizo Andreas Egli, que no se dio cuenta que Gaudio sacó al cuadrado de la derecha con el score 5-2. En realidad no se dio cuenta ninguno de los tres. Ni Gaudio que sacó, ni Nalbandián que devolvió, ni el umpire que llevaba la cuenta. Nalbandian reclamó, pero el reglamento es claro, punto jugado y listo...
Al suizo le costó caro, nunca más dirigiría un partido en ese RG, después todo quedó en el olvido y volvió a dirigir partidos importantes. Es incomprensible que a un arbitro internacional le suceda eso en una semifinal de Roland-Garros.
Gaudio estaba en la final y debía esperar la otra semifinal, pero sabía que era un cheque al portador: Coria tenía que ir al banco con el cheque, pasar por ventanilla y presentarse el domingo para jugar la final. Pero atención: Gaudio seguía ganándole a Gaudio.
Nunca nadie imaginó que Henman iba a darle semejante dolor de cabeza a Guillermo Coria. "Henman tiene tantas posibilidades de ganarle a Coria en Roland-Garros, como Coria de ganarle a Henman en Wimbledon", fueron las palabras de Neil Harman, enviado especial del Times, el diario más prestigioso del mundo.
Ni los mismísimos periodistas ingleses creían en Henman. La sorpresa fue cuando el británico oriundo de Oxford, se llevaba en buena ley el primer set y tomaba una ventaja de 4-2 en el segundo. Allí se dio la lógica y todo volvió a la normalidad. Coria volvio a ser Coria y Henman, Henman. Es decir, el argentino comenzó a mantener en el fondo al inglés y a introducirlo en una maraña de golpes y Henman colaboraba una vez más con su falta de carácter para cerrar los partidos.
Coria ganó 13 juegos seguidos y cuando parecía que la mesa estaba servida, reapareció Henman. Por suerte, Coria pudo cerrar el partido. Entonces, los dos argentinos en la final.
Guillermo Coria pagaba dos pesos, el 90% de los periodistas opinaba que era el amplio favorito, nadie contaba a Gaudio. A ninguno le había llamado la atención el nivel de Gaudio en aquel primer set frente a Enqvist, ni el tenis perfecto que había desarrollado frente a Hewitt ni el partidazo que le había ganado a Nalbandian. Ninguno creía que Gaudio le había ganado a Gaudio.
En la apertura de la transmisión por América, al dar como favorito a Coria de acuerdo a la opinión de todos, inclusive la mía, dejé una ventana abierta y dije: "Déjenme ponerle unos boletos a Gaudio..."
La historia ya se conoce. Miedo escénico de Gaudio, dos sets como una momia. Paliza de Coria y 4-4 y 40:15 en el tercer set. El punto del campeonato quedó para Gaudio, fue la ola que lo distendió y provocó que comenzara a divertirse y a frenar el ritmo de un Coria que comenzaba a agitarse. Recuerdo haberlo apuntado, por que Guillermo Caporaletti, que estaba en la cabina de al lado venía a cada rato a conversar: "No te parece que esta agitado?", me dijo Capora. Estaba agitado, nomás. El drama se había instalado en el estadio Phillip Chatrier y llegó hasta Buenos Aires. Gaudio ganó el tercer set. En el 1-1 Coria llamó al fisioterapeuta oficial. Masajes, calambraes, sorpresa, asombro, drama. La cara de Carla, la mujer de Coria, lo decía todo. Blengino entonces entrenador, besaba la medalla que colgaba de su cadena.
Comenzaba otro partido, muy raro, muy difícil de jugar para ambos lados. Coria intentando dejar pasar un set con el ánimo de recuperar fuerzas mediante una pastilla de sal, Coca Cola, tres bananas y agua sin gas. Los calambres a veces pasan...
Gaudio intentando hacer su juego sin mirar lo que pasaba enfrente. algo absolutamente imposible ya que, inevitablemente, uno se queda esperando el abandono del rival. Más con los antecedentes de Hamburgo donde Gaudio creyó que Coria simulaba los calambres.
De todos modos, Coria llegó a disponer de dos match points, salvados por Gaudio que lo movió hacia la derecha para donde más le costaba correr a Coria. Ambos fueron errores de Coria luego de largos peloteos.
Gaudio pasó al frente y cuando tuvo un revés al alcance de la mano(el que es su mejor golpe, el que no le había entrado en toda la tarde) lo golpeó con alma y vida y alcanzó el éxtasis. La gloria, la raqueta que vuela por el aire. El "no, no es verdad, yo no gané".
Me acerqué para hacerle una nota dentro de la cancha y me dijo: "Salata, decime que es verdad que gané Roland-Garros". No lo podía creer. En realidad era muy difícil de creer. Si el lunes 24 de mayo alguien me hubiera dicho que Gaudio iba a ganar el título yo habría pensado que a esa persona "le faltaban juadores".
Yo fui a Roland-Garros a ver ganar a Coria. Estuvo solo a un punto en dos oportunidades. Lo traicionaron la ansiedad, los nervios, las ganas excesivas, las presiones de ponerle todas las fichas a un pleno.
No importa. Guillermo Coria perdió, pero va a ganar Roland-Garros. Deseo que no le pase como a Gabriela Sabatini que estuvo a dos puntos del título de Wimbledon y de ser número 1 y una volea maldita se lo impidió. Después, nunca más. Ojalá esta vez se haga jusiticia y pueda ganar y ser número 1.