UNA MIRADA DIFERENTE DEL US OPEN

Por Juan Martín Carballo.

En medio de la catarata de noticias de todo tipo sobre Delpo y el US Open, como bien se reseñara hace unos días en este mismo blog (el famoso autobombo, pseudo legitimado por el hecho de escribir personas diferentes) y aprovechando nuestra ausencia en el fin de semana de copa Davis (culpa del Gato Gaudio, Hernán Gumy y Pablo Galdón, obvio), acercamos una reflexión del US Open desde otra perspectiva. Es una mirada distinta, fresca, sensible (?) y que tiene la virtud de comenzar con una oración con dos subordinadas y dos paréntesis dentro de ella.

Dando vueltas por NYC y camino a Queens ya me encontré con un par de frases que valen de introducción a este torneo.

Que era seguida por otra, que marca la consistencia y coherencia de estos señores del norte.


A Flushing Meadows se llega en metro, el 7, que te deja a un puente de distancia del complejo. El puente tenía miles de frases que apuntaban a la emoción del US Open, al esfuerzo, los tie breaks, el tren “7”, los futuros campeones… Como verán, los muchachos de la USTA tienen bastantes expectativas con Sam. Todo un tema que no haya llegada un yanqui a octavos de final. Hacía bastante tiempo que no pasaba, no sé exactamente cuánto y me da vagancia buscarlo, je.


Ya adentro, te reciben miles de carteles y de stands de todo tipo. El eslogan de este año era “It must be love”, que valía para todo tipo de situaciones.


El primer día que estuve en el US Open fue el sábado, con entrada para la sesión nocturna. Ese día y cerrando la sesión diurna, Roddick e Isner se mataron a tie-breaks y a set. Isner necesitó de los 5 sets para ganar, a pesar de mis rezos y danzas para ver si la sesión nocturna empezaba un poco antes. En la espera, la típica imagen de los grand slam. Pantalla gigante y la gente sentada afuera del estadio central viendo cómo termina el partido. Un bajonazo, ja! No había lugar ni para sentarse al pasto. Si te querías sentar en algún lado, era en un ángulo que te permitía ver sólo un 7,3% de la pantalla. Lindo para pasar tres sets a puro saque.


Por si fuera poco, ese era el día de Argentina-Brasil. A esa hora, todavía algunos creíamos que Argentina podía jugar y Diego no era el peor técnico de la historia de la humanidad. Sin esos condicionantes decidí dejar el US Open y tratar de encontrar un bar que pasar el partido. El estadio queda en el medio de un complejo donde no hay nada excepto canchas de tenis. Me fui a una zona latina donde, según el cana al que le pregunté, era bien peligroso pero no me debería pasar nada porque era latino. Me comí el partido en un bar con 250 ecuatorianos que querían consolidar su crecimiento en la tabla. Por si fuera poco, ese finde era el brazilian day en NYC.

Después de ese lindo intervalo volví al estadio a ver Blake-Robredo y Safina-Kvitova.

Una primera observación que me venía a menudo al dar vueltas por ahí es que los espectadores se consideran parte esencial del show. Entiendo que en cualquier espectáculo deportivo en vivo esto es así, pero les aseguro que ahí se notaba muchísimo. Los yanquis eran capaces de hacer olas en cualquier momento de un partido, hacerles chistes a los jugadores en voz alta o reírse a carcajadas desde un palco justo antes de un tensionante punto de break. Un hecho que puede mostrar esto: el US Open es el único torneo del mundo (John McEnroe dixit) en el que los espectadores pueden quedarse las pelotas que salen del court después de un punto. Eso motiva ruidosas ovaciones de la gente cuando un señor de gorra, dejando caer su hot dog, atrapa la pelota al vuelo. Abajo quizás se jugó un punto increíble pero si terminó en smash la ovación se la lleva el tipo que consiguió la pelota.

En las pausas cada dos games, la cámara busca parejas que se besen o gente haciéndose notar de cualquier otro modo, al mejor estilo Hollywood.




El challenge. Una obsesión para los yanquis



Un extremo un poco enloquecedor de esto se dio en el partido Safina-Kvitova. Nos fuimos para esa cancha porque habían dividido el turno nocturno (gracias, de nuevo, al partidito Roddick-Isner) y teníamos la posibilidad de ver a la número 1 bien de cerquita. No había entradas asignadas así que estábamos en la fila 1. El partido fue muy interesante, con mucha emoción y con la gente bastante enloquecida. Entre ellos, se destacaba un asiático completamente enfervorizado con el partido. Le gritaba a Kvitova como si fuera el amor de su vida y estaba completamente fuera de sí. Realmente muy gracioso el chino este, pero creo que era obvio que el partido ni le interesaba. Eso sí, se ganó muchas varias fotos y algunos videos, como el mío. Me terminé haciendo fan de él, ja!

Como verán en el video, apenas el chino mira a la cámara, tuve que volver al court en un cambio de dirección pausado y equilibrado. Profesionalismo y valentía ante todo, por supuesto.



Parte del show, incluye parlantes gigantes en todos los halls, negocios y sectores del US Open. Así el sonido del peloteo se vive en todos lados como si estuvieras adentro de la cancha, gracias al trabajo de tipos como este.



Otra cuestión que me llamó la atención es el perfil del torneo de tenis. En los diferentes eventos tenísticos que tuve la oportunidad de estar en Argentina (no tantos porque soy de Córdoba) el perfil es de tipo elegante, con mucha cama solar, golf, polo y con todo tipo de stands que apunta a ese sector. Así, se encuentran las hamburguesas por 25 mangos o cuestiones por el estilo. Ese no es el caso del US Open. Entiendo que al ser un evento tan masivo no pueden imprimirle ese estilo. De todos modos, la misma impresión me llevé del Legg Mason. Va gente de todo estilo y los torneos son como más “populares”, si se me permite el término (Si no se me permite, también). Así, los precios son los mismos que encontrás en un barcito común y no se aprovechan de que estás encerrado viendo tenis. La gente responde y se la pasa comiendo y chupando antes, durante y después de los partidos.

Esta cuestión del perfil más popular del torneo genera cuestiones que creo que son invisibles a las cámaras de ESPN. El Artur Ashe, el estadio de tenis más grande del mundo, con capacidad para 22.000 espectadores tiene varios anillos internos de negocios. Ahí hay hamburguesas, hot dogs, pretzels, cerveza, gaseosas y todo tipo de otros alimentos saludables. Esto genera, literalmente, una nube de humo que sale desde adentro del propio estadio. No llega al court, por supuesto, pero junto con las luces artificiales dan una imagen de neblina con bastante poco glamour.


Una última observación es que el espectador promedio no tiene idea de tenis. Algunos incluso preguntando reglas. Varios no conocían a Acasuso o a Monfils, por nombrar algunos… Me acordaba eso que dicen que Rolanga da un lindo ambiente porque los espectadores saben mucho de tenis.

Sólo algunas observaciones con otra mirada para adentrarnos un poco más en este histórico US Open para nosotros.


Pd: La final de Delpo, instan classic, de acuerdo a los yanquis!